lunes, 7 de febrero de 2011

Un nuevo sistema solar

Un nuevo sistema solar

Por ALICIA RIVERA / El País / España

Madrid - Kepler-11 es una estrella parecida al Sol, situada a unos 2,000 años luz de la Tierra, y afortunadamente tiene un nombre fácil, porque será de las que hay que recordar en la frenética exploración del cielo en busca de planetas extrasolares, a ser posible parecidos a la Tierra.
Alrededor de ese astro se ha descubierto un sistema solar con seis planetas, cinco de ellos pequeños, y los astrónomos han podido determinar sus órbitas y sus masas, sus años, sus propiedades dinámicas, sus posiciones en un plano alrededor del astro e incluso deducir su composición.
Los nombres de estos seis planetas son también fáciles de recordar aunque, de momento, poco imaginativos: Kepler-b, Kepler-c, Kepler-d, Kepler-e, Kepler-f y Kepler-g. Este último es el más grande y los otros cinco deben estar hechos de elementos más pesados que el helio, dicen los investigadores. Hasta ahora, desde que se descubrió el primero en 1995, se han encontrado más de 520 planetas extrasolares.
Al mismo tiempo, los científicos de la NASA han anunciado que con el mismo telescopio espacial, el Kepler, se han descubierto cinco posibles planetas del tamaño de la Tierra, pero aún son “candidatos”, es decir, que están por confirmar. Además, estarían en la llamada zona de habitabilidad, es decir a una distancia de su estrella en que la que podrían tener agua en estado líquido.
En total el telescopio ha identificado 1,235 candidatos a exoplanetas desde su lanzamiento en 2009, incluídos 400 que se hacen públicos ahos. De ellos, 68 tienen aproximadamente tamaño terrestre, 288 son supertierras, 662 tienen el tamaño de Neptuno, 165 son como Júpiter y 19 mayores. Estos candidatos requieren más observaciones y verificaciones, advierte la NASA.
A la espera de que se confirmen o no estos descubrimientos, en Nature sólo se hace referencia al sistema planetario Kepler-11 confirmado. Se trata del mayor sistema planetario extrasolar descubierto hasta ahora por la técnica del tránsito, es decir, midiendo la atenuación de la luz de una estrella cuando un planeta se cruza en la línea de visión desde la Tierra, como si fuera un microeclipse planetario parcial que oscurece ligeramente la luminosidad del astro.
Su antecedente
“El único sistema plenamente comprobado de múltiples planetas identificados por tránsito hasta ahora era Kepler-9, con dos planetas gigantes y uno de solo 1,6 radios terrestres", destacan los científicos en la revista Nature. “Kepler-11 es un sistema planetario notable cuya arquitectura y dinámica proporciona pistas sobre su formación”, añaden. Además, aunque “es extraordinario” en sí mismo, “también nos dice muchas cosas acerca de lo ordinario”, es decir, los mecanismos de formación y evolución de los conjuntos planetarios, tal vez incluido el del Sol.
El descubrimiento ha sido posible gracias al telescopio Kepler, de la NASA, de casi un metro de diámetro. Es un instrumento especialmente diseñado para buscar y estudiar planetas extrasolares por tránsito que se lanzó al espacio en marzo de 2009. El nuevo sistema planetario es tan interesante y quedan tantas incógnitas que resolver que los científicos han anunciado ya que intentarán seguir obteniendo tiempo del telescopio en órbita para estudiar más detalles.
Más de 100 planetas han sido observados con el Kepler por la técnica del tránsito, que exige instrumentos capaces de medir pequeñísimas variaciones de luminosidad de los astros provocadas un cuerpo minúsculo en comparación a la estrella al cruzarse por delante de ella.
De ese centenar, la inmensa mayoría son gigantes tipo Júpiter, solitarios alrededor de su astro. Los cinco planetas pequeños de Kepler-11 tienen años muy cortos, dando una vuelta alrededor de su astro en menos de 50 días (10 días la órbita más corta y 47 la más larga) y están en una configuración muy compacta, todos ellos por dentro de la órbita de Mercurio, si se hace el ejercicio teórico de sobreponer su astro al nuestro.
La mayor parte del medio millar de exoplanetas conocidos se han encontrado no por tránsito, sino indirectamente, por los bamboleos que inducen gravitatoriamente en sus respectivas estrellas.

Noticia sobre el oso mas grande

Christine Dell'Amore

A comparison of the bear and a human.


There's a new titleholder for the biggest, baddest bear ever found.
A prehistoric South American giant short-faced bear tipped the scales at up to 3,500 pounds (1,600 kilograms) and towered at least 11 feet (3.4 meters) standing up, according to a new study.
The previous heavyweight was a North American giant short-faced bear—a related extinct species—that weighed up to 2,500 pounds (1,134 kilograms). The largest bear on record in modern times was a 2,200-pound (998-kilogram) polar bear shot in Alaska in the 19th century.
The South American giant short-faced bear roamed its namesake continent abcaout 500,000 to 2 million years ago and would have been the largest and most powerful meat-eater on land at the time, scientists say.
As meat-eaters go, "there's nothing else that even comes close" during the time period, said study co-author Blaine Schubert, a paleontologist at East Tennessee State University in Johnson City, Tennessee.
"It just blew my mind how big it was."
The bear skeleton, found in Buenos Aires Province, Argentina, in 1935, was recently reexamined by Schubert and study co-author Leopoldo Soibelzon, a paleontologist from Argentina who specializes in South American fossil bears.
By measuring its almost elephant-size humerus, or upper arm bone, the team was able to calculate the size of the rest of the bear's body, Schubert said.
Their analysis also revealed that the animal was an old male that had endured several serious injuries throughout his life.
For Bear, Size Matters
Less certain, however, is what and how these bears ate—and why they were so different from their North American cousins, Schubert noted.
For instance, the South American giant short-faced bear species started huge and became smaller over time, while the North American species grew bigger.
In South America, Schubert suspects, a glut in prey and a lack of competition combined to make the bear king of the continent. But as more meat-eaters evolved, short-faced bears adapted, becoming smaller and more omnivorous, like the modern-day black bear.
In North America, the short-faced bear's increasing size may have offered an advantage—its sheer heft may have scared off saber-toothed cats and other predators from their kills, the researchers speculate.
And the short-faced bear's reign in North America would have also coincided with an explosion in Ice Age megafauna, such as giant ground sloths, camels, and mammoths—all potential new food sources.
"We had an Africa here," Schubert said, and "it's gone now."
The biggest-bear study appeared in the January issue of the Journal of Paleontology.